martes, 26 de junio de 2012

México debe dejar de ser un país ocupado


México debe dejar de ser un país ocupado
Por Arturo Romo Gutiérrez
Por el miedo, la violencia y la inseguridad asociados a la delincuencia organizada; la corrupción, la impunidad y el desprecio por la ley; la intolerancia, la persecución y la represión de los disidentes; los intereses del Imperio y la dictadura de los dueños del dinero; la pobreza, la injusticia y la desesperanza; el egoísmo y la falta de solidaridad social con los que menos tienen; y la destrucción del medio ambiente.
No más sexenios de miseria del pueblo y enriquecimiento escandaloso de unos cuantos, intensa explotación de los trabajadores, abandono del campo y de los campesinos, exclusión de los pequeños y medianos empresarios, amenazas a los empresarios nacionalistas y emigración masiva de compatriotas; no más agresiones a la economía de las clases medias ni regímenes fiscales de privilegio para los grandes consorcios financieros, industriales, mineros y comerciales; no más dependencia del extranjero.

Es la hora del cambio democrático, pacífico, ordenado, con rumbo y con destino, que López Obrador encarna y representa. Es urgente y necesario poner un hasta aquí a los procesos de degeneración que caracterizan la vida en colectividad, iniciar la construcción de un régimen institucional congruente con las aspiraciones de mejoramiento material y espiritual que anidan en los mexicanos.

Ante el vigoroso despertar del pueblo, el otrora invencible pedestal de los intereses creados, se tambalea y amenaza con caer de un modo estrepitoso. En su desesperación por mantener los privilegios de que disfrutan, los círculos del gran dinero recurren a los métodos más viles, como son el engaño, la mentira y la manipulación obscena de la información, la cooptación de las conciencias y la abierta traición a la nación. Concentran el ataque en la persona que lidera la lucha por el cambio verdadero, le descalifican, le llenan de vituperios y anatemas, intentan inocular, una vez más, el miedo entre la población. No le atacan a él sino a sus ideas políticas, a sus ideales.

Es éste el momento más peligroso de la transición. Cuando todo lo bueno nuevo que se necesita, no acaba de nacer y todo lo malo del pasado, no acaba de morir. Ahora es cuando el pueblo humillado, postergado, zaherido, debe poner en tensión todas sus fuerzas para lograr el cambio que eleve el nivel y la calidad de vida de las clases laborantes, promueva el desarrollo de las fuerzas productivas, fomente la industria, el comercio y los servicios; genere empleo digno, socialmente útil y justamente remunerado; asegure el progreso del campo y de las familias campesinas, haga del mundo rural un establecimiento bien estructurado para producir alimentos y vivir con dignidad; garantice paz y  tranquilidad a la sociedad; e incorpore a México en el mundo global de nuestros días, con una visión propia y no de subordinación a los dictados de los poderosos.

Es posible lograr ese objetivo. Se sabe cómo, porque en cierta medida ya ocurrió en el Distrito Federal y en algunos otros lugares del país en donde se asentaron gobiernos democráticos y progresistas. Porqué se ha construido un poderoso movimiento social que da sustento e impulso a la idea transformadora, y porque las condiciones internas e internacionales son magníficas, mejores a las existentes hace seis años.

Pero es indispensable no cometer errores en este último tramo del camino, unir a todos los patriotas en un solo frente, a todos los demócratas en un solo compromiso: el cambio en sentido positivo del país. Orientar y convencer al mayor número de ciudadanos de que el Cambio Verdadero es la única opción que a México conviene y, por lo tanto, exhortarlos a que acudan a votar para hacerlo realidad. Neutralizar la campaña de calumnias y la guerra sucia que está en marcha para desacreditar a López Obrador. Organizar comités para defender el voto y el sentido en el cual se emitió. Denunciar toda práctica conducente a su adulteración, estas son las tareas que debemos asumir.

No hay cambio posible si no se lucha por él.

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