Por
Arturo Romo Gutiérrez
La
nueva depresión económica y los enredos financieros en que está inmerso el
mundo capitalista, ha puesto de relieve su vulnerabilidad y evidente caducidad.
No
se quiere decir con esto que su derrumbe es inminente y que ipso facto
florecerá una nueva civilización sustentada en la justicia, la equidad y la cooperación
fructífera entre todos los pueblos de la tierra. No. El imperialismo no es un
juego de niños, pero los niños bien podrían jugar un papel muy importante para
acelerar el despertar de la conciencia por un mundo menos bárbaro y más humano
que el sustentado en la explotación del hombre por el hombre, el predominio del
fuerte sobre el débil y la apropiación indebida de riquezas y recursos ajenos
por medio de la fuerza bruta o la habilidosa manipulación.
El
comentario es pertinente a la luz de un hecho que sorprende gratamente: más de
cinco mil niños enviaron al Presidente Barak Obama y al Congreso de Estados
Unidos, una carta escrita a mano para pedir, como deseo de fin de año, que se
suspenda la deportación de sus padres indocumentados y evitar así la separación
de sus familias. (Notimex. La Jornada)
La
iniciativa no es de importancia menor, porque revela que la crueldad es una de
las características consustanciales al Imperio. En este caso, el del infamante
trato que se da a los inmigrantes indocumentados. Se percibe a simple vista que
lo menos importante a la solución de las crisis recurrentes del capitalismo, es
la consideración del ser humano.
Se apela,
una vez más, al fácil expediente de la deportación masiva de indocumentados,
para tratar de paliar sin éxito la incapacidad de generar empleos. Hasta el
Washington Post denuncia en un editorial que ”La inhabilidad del gobierno para
hacer una revisión completa de la política migratoria, significa que once
millones de inmigrantes indocumentados…viven y trabajan en la sombras…Mientras
el Congreso apenas y se ocupa del tema, los inmigrantes, elemento vital de la
economía estadunidense, reciben un trato injusto.”
Explotación,
violación de sus derechos humanos más elementales, como lo son los del trabajo,
la salud y la educación, discriminación, y ahora deportación, que significa
disolución de las familias, es la realidad de los inmigrantes indocumentados en
los Estados Unidos de América.
La
directora de la Alianza Nacional de las Trabajadoras Domésticas, Ai Jen Poo,
expresó que “todos los niños, sean o no inmigrantes, saben que la separación
familiar es devastadora”. Sin embargo, las injustas leyes migratorias adoptadas
por varios estados de la Unión Americana, siguen adelante, a pesar de las
marchas de protesta organizadas por los afectados y por diferentes
organizaciones defensoras de los derechos humanos. Se estima que en los
primeros tres años del gobierno de Obama han sido deportados más de un millón
de indocumentados.
No
se puede esperar otra medida del Imperio como no sea la de expulsar el excedente de la mano de obra,
misma que reutilizará, como si fuera una simple mercancía, en cuanto concluyan
las dificultades económicas. Nada que sorprenda.
Lo
que indigna es la indiferencia con la que ve el problema de los indocumentados
de origen mexicano, el actual gobierno federal. No pasa de esporádicas y tibias
declaraciones diplomáticas, tan demagógicas y falsas como inútiles. Indigna,
pero tampoco sorprende. Es bien sabido que el actual inquilino de Los Pinos no
es más que un ente ejecutor de las directrices colonialistas emanadas de
Washington.
Treinta
años de políticas neoliberales, indistintamente adoptadas y sistemáticamente
ejecutadas por gobiernos de PRI y PAN (De la Madrid, Salinas de Gortari,
Zedillo, Fox y Calderón) han llevado a una realidad escalofriante: Ante la
falta de oportunidades de trabajo en México, millones de mexicanos han tenido
que abandonar sus comunidades y ciudades de origen. Por ejemplo, durante el
gobierno de Vicente Fox el flujo de mexicanos hacia los E. U. alcanzó el nivel
histórico de 638 mil personas por año, y en 2007, ya en tiempos de Calderón, esa cifra se elevó a más
de un millón y, como consecuencia lógica, México es hoy el país que más mano de
obra expulsa al extranjero.
Este es uno más de los terribles saldos que
dejan los gobiernos de derecha: abandono del campo y de los campesinos,
persecución fiscal y retiro de subsidios a los pequeños y medianos empresarios,
desmantelamiento del sistema de empresas públicas y nulo fomento de la
industria, el comercio y los servicios, no pueden producir otro resultado que
la emigración en ruinosas condiciones. Reconozcámoslo: la masiva emigración de
mexicanos no es producto de la fascinación que ejerce el sueño americano en
nuestros compatriotas, sino la consecuencia de políticas ineficaces y por tanto
fracasadas, que ya es tiempo de cambiar.
Ni
el PRI ni el PAN. El camino es a la izquierda. La cita: 2012.
18
de dic.de 2011.
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