DE SENECTUTE
Por Ramón Félix de la Torre
Es muy gacho llegar a viejo, pero es más gacho no llegar. La
juventud (de la que no se puede abusar impunemente) es una enfermedad que se
cura con los años: Más sabe el diablo por viejo que por diablo. Viejos los
cerros y reverdecen. Bebamos y comamos que mañana moriremos (concepto pagano
sobre el sentido de la vida en la Roma imperial). Como éstos hay un sinnúmero
de refranes, consideraciones,
reflexiones y posiciones sobre el sentido de la vida, sobre la tercera edad, la juventud acumulada,
etcétera; entre otras, también se encuentran las de los organismos
mundiales, que pretenden preservar la salud
para que el ser humano alcance la mayor edad posible y los que persiguen
limitar la vida del hombre en pro de reducir el costo de las economías
mundiales, llegan estos últimos al extremo de afirmar que apoyar la longevidad
raya en obscenidad.
Igualmente hay variedad de opiniones y puntos de vista sobre
la vejez: algunos positivos, otros negativos y hasta peyorativos, cada persona
tiene el propio, según su personal situación. En algunas culturas los viejos
guardan un lugar prominente. Los romanos
tenían en gran aprecio los consejos de sus
senadores patricios, a quienes se
buscaba y se tomaba muy en cuenta. Marco Tulio Cicerón, un pagano casi
cristiano, en su diálogo acerca de la vejez, consigna reflexiones encaminadas a
dignificar el arte de envejecer, para concluir que todas las etapas de la vida
son de preparación de una a otra, para
alcanzar una vejez dulce, limpia, fuerte, feliz y realizada. Entre algunas
tribus africanas, ser viejo es sinónimo de sabio.
En nuestro grupo, el de Los Terceros, quienes nos
encontramos en el último tramo de la vida, sentimos pasos en la azotea y
atisbamos ya con meridiana claridad el más allá, es válido conforme a la fe que
profesamos, reflexionar que la vida
presente es transitoria, y envejecer con dignidad es una tarea más que física, espiritual, por
ser sólo un paso hacia la vida verdadera, camino a la Casa del Padre, en donde
habremos de dar cuenta de los talentos y la naturaleza que se nos entregó para
igualarla con la esencia de nuestro Creador y entregar un balance positivo,
como respuesta a la gracia espiritual que se nos ha dado de tener una larga
vida y según los merecimientos y esfuerzos de cada quien disfrutarla o sufrirla
en conformidad con la voluntad de Dios , hasta que con el anciano Simeón
digamos: Señor, ya puedes disponer de tus siervo porque hemos visto la gloria
de Dios y sentido su llamado, o bien exclamar con San Pablo: ¡Quiero morir para
estar contigo Cristo Jesús! porque me ha
llegado la hora del sacrificio y el momento de mi partida es inminente. He
peleado el buen combate, he terminado la carrera, he mantenido la fe. Sólo me
espera la justicia que el Señor, como
justo juez, me entregará aquel día.
Esto es, lo que en el ocaso de nuestras vidas, los aquí
reunidos pedimos de todo corazón: que nuestro Padre Dios nos alcance la merced
de llegar todos a la Casa del Padre.