martes, 17 de julio de 2012

DE SENECTUTE


DE SENECTUTE
                                                     Por Ramón Félix de la Torre
Es muy gacho llegar a viejo, pero es más gacho no llegar. La juventud (de la que no se puede abusar impunemente) es una enfermedad que se cura con los años: Más sabe el diablo por viejo que por diablo. Viejos los cerros y reverdecen. Bebamos y comamos que mañana moriremos (concepto pagano sobre el sentido de la vida en la Roma imperial). Como éstos hay un sinnúmero de refranes, consideraciones,  reflexiones y posiciones sobre el sentido de la vida,  sobre la tercera edad, la juventud acumulada, etcétera; entre otras, también se encuentran las de los organismos mundiales,  que pretenden preservar  la salud  para que el ser humano alcance la mayor edad posible y los que persiguen limitar la vida del hombre en pro de reducir el costo de las economías mundiales, llegan estos últimos al extremo de afirmar que apoyar la longevidad raya en obscenidad.
Igualmente hay variedad de opiniones y puntos de vista sobre la vejez: algunos positivos, otros negativos y hasta peyorativos, cada persona tiene el propio, según su personal situación. En algunas culturas los viejos guardan un lugar prominente. Los  romanos tenían en gran aprecio los consejos de sus  senadores patricios,  a quienes se buscaba y se tomaba muy en cuenta. Marco Tulio Cicerón, un pagano casi cristiano, en su diálogo acerca de la vejez, consigna reflexiones encaminadas a dignificar el arte de envejecer, para concluir que todas las etapas de la vida son de preparación de una a otra,  para alcanzar una vejez dulce, limpia, fuerte, feliz y realizada. Entre algunas tribus africanas, ser viejo es sinónimo de sabio. 
En nuestro grupo, el de Los Terceros, quienes nos encontramos en el último tramo de la vida, sentimos pasos en la azotea y atisbamos ya con meridiana claridad el más allá, es válido conforme a la fe que profesamos, reflexionar que  la vida presente es transitoria, y envejecer con dignidad  es una tarea más que física, espiritual, por ser sólo un paso hacia la vida verdadera, camino a la Casa del Padre, en donde habremos de dar cuenta de los talentos y la naturaleza que se nos entregó para igualarla con la esencia de nuestro Creador y entregar un balance positivo, como respuesta a la gracia espiritual que se nos ha dado de tener una larga vida y según los merecimientos y esfuerzos de cada quien disfrutarla o sufrirla en conformidad con la voluntad de Dios , hasta que con el anciano Simeón digamos: Señor, ya puedes disponer de tus siervo porque hemos visto la gloria de Dios y sentido su llamado, o bien exclamar con San Pablo: ¡Quiero morir para estar contigo Cristo Jesús! porque  me ha llegado la hora del sacrificio y el momento de mi partida es inminente. He peleado el buen combate, he terminado la carrera, he mantenido la fe. Sólo me espera la justicia  que el Señor, como justo juez, me entregará aquel día.
Esto es, lo que en el ocaso de nuestras vidas, los aquí reunidos pedimos de todo corazón: que nuestro Padre Dios nos alcance la merced de llegar todos  a la Casa del Padre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario